Alemania entra en el irreversible apagón nuclear
Joana Serra
Alemania entró en 2022 bajo el síndrome del próximo -e irreversible- apagón nuclear y la evidencia de que, a la espera del desarrollo de las renovables, sigue supeditada al carbón. Según los planes del tripartito del canciller Olaf Scholz, las renovables representarán para el 2030 el 80 % de la matriz eléctrica alemana.
Quedan ocho años hasta ese objetivo, a lo que se suma que sigue en suspenso la licencia alemana para que fluya el gas ruso a través de Nord-Stream II. Es decir, el gasoducto ya terminado que, según la ministra de Exteriores alemana, la verde Annalena Baerbock, no puede entrar "por el momento" en servicio por razones de seguridad y por no adaptarse a la regulación europea.
Tres de las seis últimas centrales nucleares alemanas quedaron desactivadas el 31 de diciembre; las restantes lo harán en lo que queda de año, de acuerdo a la hoja de ruta marcada en 2011, en la segunda legislatura de Angela Merkel.
Hay que recordar que esa decisión se adoptó bajo el impacto de la catástrofe de Fukushima. La propia Merkel había ralentizado el apagón en el inicio de ése, su segundo mandato, entonces con los liberales como aliados.
Tras la sacudida de la planta atómica japonesa, la canciller recuperó y aceleró un acuerdo "heredado" de su antecesor, el socialdemócrata Gerhard Schröder. Al llegar éste al poder, en 1998, con los Verdes como aliados, incluyó en su pacto de coalición el adiós gradual la energía atómica.
Tres años más tarde, en 2001, el objetivo quedó plasmado en el pacto con la industria energética. Se contemplaba entonces un horizonte de hasta 32 años para el cierre de la última central.
Merkel asumió esa hoja de ruta al convertirse en canciller con los socialdemócratas como aliados, en 2005; luego alargó los plazos en su segundo mandato con los liberales, para terminar acortándolos de nuevo tras la catástrofe de Fukushima.
El trayecto en zigzag del apagón afectó la transición hacia las renovables. Cuando Schröder y los verdes pactaron su adiós atómico, esa fuente suministraba un 30 % del total del consumo energético alemán, mientras que el 52 % provenía del carbón y el 8 % de las renovables.
Ahora la energía atómica representa el 12,5 %, mientras que las renovables rondan el 50 %. Se ha invertido el reparto. Pero sigue sin ser suficiente para garantizar el suministro, habida cuenta que, además del apagón nuclear, se acordó el adiós al carbón.
Los planes del último gobierno de Merkel establecieron la fecha del 2038 como plazo para el adiós al carbón. El actual tripartito se propone acelerarlo, lo que precisará inversiones de miles de millones en la "revolución industrial" hacia una energía verde.
El desarrollo de las renovables, principalmente energía eólica o solar, debe cambiarle la cara a Alemania. Es uno de los puntales del pacto suscrito por el socialdemócrata Olaf Scholz con los Verdes y con los liberales -el partido identificado con los intereses del ámbito económico-.
Responder al reto corresponde en primera línea a los Verdes, de nuevo socio de un gobierno federal tras los 16 años en el poder de Merkel, sea en gran coalición o alianza con los liberales.
Vuelven a las funciones gubernamentales en un momento decisivo. De acuerdo a la hoja de ruta, el 31 de diciembre salieron de la red la central de Grohnde (centro), la de Brockdorf (norte) y Grundremmingen (suroeste). Para cuando termine 2022 lo habrán hecho las de Neckarshaim 2, Isar 2 y Gundremingen C (sur).
Alemania será la primera potencia europea sin energía atómica, una fuente irrenunciable para Francia, mientras que Finlandia ha activado su quinto reactor nuclear, el más potente de Europa.
París defiende que es una energía imprescindible para cumplir los objetivos de reducción de emisiones. Berlín, que no suele contrariar a su socio en casi nada, recuerda el lastre inextinguible que dejan sus residuos y el alto riesgo que entrañan su transporte y plantas.
"El abandono de la energía atómica es irreversible", afirmó estos días la ministra de Medioambiente, la verde Steffi Lemke. Su correligionario, el vicecanciller y superministro de Economía y el Clima, Robert Habeck, admitía por otro lado que Alemania de momento no podrá cumplir los objetivos de reducción de emisiones -como también admitió en su momento Merkel-.
El problema no es tanto el reducto del 6 % que depende aún de las últimas centrales atómicas, sino que las renovables no han obtenido el desarrollo necesario para substituir al carbón. Al superministro Habeck, líder de los Verdes, le corresponde buscar remedios. De antemano ha advertido no ocurrirá en dos o tres años, sino que se precisarán al menos dos legislaturas.