
Una presunta espía china oculta su rostro con una carpeta roja durante un juicio en Dresde, el pasado 5 de agosto. / MATTHIAS RIETSCHEL / AFP
Gemma Casadevall, Berlín 17 AGO 2025 9:00
La penúltima alarma entre los servicios de seguridad alemanes saltó en julio, al detectarse un ataque con láser del Ejército chino contra un avión germano de la misión naval 'Aspides' en el mar Rojo. El Ministerio de Exteriores convocó al embajador chino, Pekín rechazó toda responsabilidad en el asunto. La noticia quedó archivada en el cúmulo de asuntos nunca aclarados en torno a un presunto apoyo de China a los hutíes, aliados de Hamás. A cambio, la milicia hutí deja navegar a los mercantes chinos por el mar Rojo. Según el sensacionalista diario 'Bild', no era el primero de esos ataques contra la misión de la UE, supervisora de ese espacio aéreo. El propósito es cegar a los pilotos e interferir en sus operaciones en una región convulsa, en medio de la devastadora ofensiva israelí de Gaza.
Este episodio ocupa a los servicios secretos de Exteriores y al espionaje militar, dos de las tres ramas de la inteligencia alemana. La tercera, la de Interior, lleva alertando de la injerencia china desde hace casi dos décadas. El objetivo del espionaje chino es ganar influencia en la política, la economía y la tecnología militar alemana. Los informes anuales del servicio de protección de la Constitución --BfV, por sus siglas en alemán o espionaje de Interior-- apenas dedicaban un par de párrafos al asunto hasta 1995. En la entrada en el siguiente milenio se dispararon las alertas.
Dos casos recientes plasman la diversificación de esas actividades: por un lado, la detención, en julio de 2024, de tres alemanes acusados de haber filtrado desde 2017 información sobre tecnología militar al MSS, Ministerio de Seguridad chino; por el otro, el escándalo desatado por un topo de doble nacionalidad, chino-germana, al servicio del eurodiputado Maximilian Krah, de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Hasta entonces, se consideraba a esta formación, actualmente segunda fuerza nacional, como el brazo prorruso del Parlamento alemán. A partir de ahí saltó la sospecha de que además se filtra desde su interior información a Pekín.
El seguimiento es complejo. Se estima que hay en Alemania unos 40.000 estudiantes chinos, un alto número de los cuales ha recibido becas de Pekín. Son fuentes potenciales de información sobre sistemas de misiles, tecnología militar, robótica, IA y microchips.
Automoción y renovables
Para Berlín, China es sobre todo un rival comercial que ha finiquitado el poderío industrial germano en la automoción y en las renovables. En tiempos de Helmut Kohl (1982-1998), se normalizaron los viajes del canciller acompañado de una delegación de líderes empresariales alemanes en pos del gran mercado asiático. En los 16 años en el poder de Angela Merkel (2005-2021) se ritualizó esta práctica. Hoy por hoy, no está claro que haya beneficiado a Alemania. La República Popular China ha engullido lo que parecía un sector prioritario para el motor exportador alemán, la energía solar. Un 87% de las placas fotovoltaicas que se instalan en Alemania son 'made in China'. Dramáticas son asimismo las consecuencias para el sector de los automóviles eléctricos, en que las marcas alemanas se han visto superadas por sus rivales chinas.
La respuesta rápida es que China produce más rápido y más barato. Detrás de ello está cierta miopía política alemana, que ya con Merkel recordó las subvenciones a la energía solar, a lo que sumó la lentitud del sector de la automoción en el desarrollo de la movilidad eléctrica.
Para Berlín, China es sobre todo un rival comercial que ha finiquitado el poderío industrial germano en la automoción y en las renovables. En tiempos de Helmut Kohl (1982-1998), se normalizaron los viajes del canciller acompañado de una delegación de líderes empresariales alemanes en pos del gran mercado asiático. En los 16 años en el poder de Angela Merkel (2005-2021) se ritualizó esta práctica. Hoy por hoy, no está claro que haya beneficiado a Alemania. La República Popular China ha engullido lo que parecía un sector prioritario para el motor exportador alemán, la energía solar. Un 87% de las placas fotovoltaicas que se instalan en Alemania son 'made in China'. Dramáticas son asimismo las consecuencias para el sector de los automóviles eléctricos, en que las marcas alemanas se han visto superadas por sus rivales chinas.
La respuesta rápida es que China produce más rápido y más barato. Detrás de ello está cierta miopía política alemana, que ya con Merkel recordó las subvenciones a la energía solar, a lo que sumó la lentitud del sector de la automoción en el desarrollo de la movilidad eléctrica.