Mariano Rajoy, erosionado por los neófitos
Por primera vez desde la reinstauración democrática, España se acostó la noche después de unas elecciones generales sin saber quién será su nuevo presidente. El Partido Popular de Mariano Rajoy, cuatro años después de haber llegado al poder con mayoría absoluta, cayó casi veinte puntos para quedar sobre el 27 por ciento. Y los socialistas del PSOE, liderados por Pedro Sánchez, no reconquistaron el poder perdido, sino que quedaron unos cuatro puntos por debajo.
Ninguna de las dos grandes formaciones que desde 1982 se alternaron el poder -con cinco gobiernos conservadores y seis del PSOE- podrá volver a gobernar en solitario, como hicieron hasta ahora, y encima tampoco podrán apuntalarse en la competencia que les surgió a cada una de ellas por parte de los llamados “emergentes”. Ni la nueva formación de centroderecha, Ciudadanos, sumó suficientes votos para convertirse en el socio natural que el PP precisa ahora para seguir gobernando. Ni el PSOE sumado a Podemos alcanzó una mayoría parlamentaria. Se abre para el ciudadano español el juego de las coaliciones posibles. ¿Será una gran coalición al estilo de la que lidera Angela Merkel en Alemania? ¿O un conglomerado de formaciones minoritarias en apoyo de una alianza izquierdista?
El fantasma de la ingobernabilidad planeaba sobre las elecciones generales, marcadas por el protagonismo adoptado por dos formaciones neófitas y, hasta ahora, extraparlamentarias. A Rajoy, con 60 años y por cuarta vez liderando al PP en unas generales, le correspondió medirse con tres rivales jóvenes y sin experiencia de gobierno: el socialista Pedro Sánchez (43 años); el líder de Podemos, Pablo Iglesias (37); y el de Ciudadanos, Albert Rivera (36).
La experiencia no le sirvió ante el ímpetu de las dos formaciones emergentes, en las antípodas una de la otra, ambas con capacidad para erosionar al poder establecido. Fue una noche muy distinta a la vivida el 21 de noviembre de 2011. Entonces, un electorado apaleado por la crisis entregó la mayoría absoluta a un aspirante del PP que, se sabía, iba a aplicar aún más recortes en el tejido social español. La lectura positiva ahora es que hubo un voto esperanzado por parte de quienes apostaron por la regeneración democrática, a la izquierda o a la derecha.