jueves, 30 de marzo de 2023

Charles, un senior británico en la Puerta de Brandeburgo









Carlos III advierte desde el Bundestag de la amenaza para Europa de la guerra en Ucrania


Marina Ferrer


Carlos de Inglaterra y su esposa Camila hicieron en Berlín todo aquello que se espera de la visita de unos monarcas en un país republicano, pero que se derrito con los Royals británicos: se dejaron agasajar en el palacio de Belleveu por el presidente del país, Frank-Walter Steinmeier, en un banquete al que asistieron desde la excanciller Angela Merkel al líder de la banda punk Tote Hosen, Campino; saludaron a la ciudadanía bajo la Puerta de Brandeburgo; comieron especialidades de un mercado callejero, intercambiaron alguna frase en alemán con sus vendedores, visitaron una granja ecológica… y finalmente pronunció el rey ante el Bundestag, el Parlamento federal, un discurso impecable, a ratos en alemán, a ratos en inglés.

Impecable no solo porque alabó el compromiso de Alemania con la defensa de Ucrania o frente al cambio climático, sino también porque intercaló oportunamente algún chascarrillo futbolero -aplicado a la selección femenina-, sin olvidar las inevitables referencias a la tortuosa historia del Reichstag –incendiado en 1933, escenario de la subida al poder de Adolf Hitler y dañado por los aliados en 1945- o recordar a su madre, Isabel II.

“Mi madre conquistó un lugar muy especial en el corazón de los alemanes”, afirmó, en alusión a las múltiples ocasiones en que la reina visitó Alemania, la última de las cuales convertida en una especie de icono de amistad o incluso complicidad con la entonces canciller Merkel, en 2015.

“El azote de la guerra ha vuelto a Europa. Muchas vidas han quedado destruidas y se han pisoteado los DDHH”, dijo, para destacar luego la “valiente, importante y bienvenida” ayuda militar prestada por Alemania.

El discurso en el Reichstag, la sede del Bundestag, fue recibido entre risas a sus ironías y ovacioes a las referencias históricas o alusiones a los desafíos del presente. Era el punto esencial en la visita de Estado de tres días y la primera vez en que un monarca hablaba desde ese edificio. Antes de llegar al trono, como príncipe heredero había visitado Alemania 28 veces.

Al canciller Olaf Scholz se reservó un papel secundario, ya que se acuerdo al protocolo el de anfitrión corresponde al presidente Steinmeier. Scholz no había estado en el banquete de honor de la primera jornada, lo que en Alemania no sorprende porque de hecho no se espera de un canciller en ejercicio que acuda a estos eventos. Hubo un encuentro entre el jefe del gobierno alemán y el monarca, además del saludo en el Bundestag. Pero ninguna declaración conjunta, en medio de la sucesión de discursos que se alternaron Carlos III y Steinmeier.

La visita de Carlos III tenía de por sí rango de acontecimiento y además la cancelación de la visita previa del rey a Francia, en medio de los disturbios que sacuden el país, le dio aún más relevancia. Se consideraba, tanto por Berlín como por Londres, como una nueva señal de acercamiento tras el inicio de deshielo marcado por el primer ministro británico, Rishi Sunak, el pasado febrero, con el acuerdo con la UE para limar los desajustes respecto a Irlanda del Norte.

Sunak ya escenificó la nueva era de cooperación con su visita a París, a principios de marzo, incluido un cálido abrazo con el presidente francés Emmanuel Macron. Scholz no es precisamente un político dado a las expresiones de calidez humana. Pero el siguiente paso que espera Berlín, tras la fotogénica visita de Carlos y Camila, debe proceder del jefe del gobierno británico, en comparecencia conjunta con su homólogo alemán.