sábado, 30 de noviembre de 2019

Bofetón a Scholz

La socialdemocracia gira a la izquierda y complica la "groko" de Merkel

Gemma Casadevall


Berlín, 30 nov (EFE).- La socialdemocracia alemana deberá dar un giro a la izquierda, de acuerdo con el mandato de sus bases, que optaron por una nueva jefatura crítica y determinada a "revisar" el pacto de coalición con los conservadores de la canciller Angela Merkel. 
El dúo formado por Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken, representantes del ala crítica, se impuso en la consulta entre la militancia con un 53 % de los votos. El equipo continuista del ministro de Finanzas y vicecanciller Olaf Scholz y la diputada Klara Geywitz quedó en el 45 %. 
La derrota de esta candidatura, que defendía la continuidad de la "groko" -como se llama a la gran coalición- hasta el fin de la legislatura, supone otro revés sobre la alianza de Merkel. El pacto de coalición suscrito tras las elecciones generales de 2017 incluye una cláusula de revisión llegada la mitad de la legislatura. 
Esa fue una de las condiciones impuestas entonces por el Partido Socialdemócrata (SPD) para entrar en otra "groko". Tras sus pésimos resultados en esos comicios, el SPD hubiera querido regenerarse en la oposición. Pero aceptó a regañadientes reeditar la gran coalición para evitar el estancamiento político o ir a nuevas elecciones.

SIGUIENTE ETAPA, EL CONGRESO DEL SPD 

Walter-Borjans, de 67 años y exministro de Finanzas en el "Land" de Renania del Norte-Westfalia, y Esken, de 58 años y diputada del Bundestag (Parlamento federal), deberán ser ratificados aún en el congreso del SPD, que se celebrará del 6 al 8 de diciembre en Berlín. 
Se da por hecho que se verán refrendados. A la consulta estaban convocados los 425.000 afiliados del partido y la participación rondó el 54 % de la militancia. 
El SPD entrará así en la órbita de los partidos con presidencias bicéfalas y paritarias, como las que han dirigido sucesivamente a los Verdes y a La Izquierda. 
Los dos equipos, el de Scholz y Geywitz y de Walter-Borjans y Esken, habían llegado a la consulta muy igualados, tras un primera ronda de votación entre 16 aspirantes en que el equipo continuista quedó en primer lugar con 22,6 puntos, uno por encima del crítico. 
El voto final se decantó a favor del equipo crítico, que contaba con el respaldo, entre otros, de las Juventudes del partido, los "Jusos", partidarios no solo de revisar el pacto, sino de poner fin a una "Groko" a la que responsabilizan de su desgaste actual. 

UNA SOCIALDEMOCRACIA NECESITADA DE COHESIÓN 

A la consulta entre las bases había precedido una larga serie de conferencias regionales, siempre marcados por el juego limpio, pese a que uno y otro dúo representaban posiciones adversas. 
Esta especie de calma en la familia socialdemócrata contrasta con las pullas que precedieron a la retirada como jefa de SPD de Andrea Nahles. Fue el pasado junio, apenas un año después de convertirse en la primera mujer al frente del partido más antiguo de Alemania, con más de 150 años historia. 
Nahles tiró la toalla cuestionada por varios de los hombres fuertes del partido y sin tiempo para llevar adelante su pretendida revitalización del partido. 
El SPD sumó así un nuevo intento fallido por reflotarlo. El partido arrastra una persistente crisis de liderazgo desde tiempos de Gerhard Schröder, el último socialdemócrata que ocupó la cancillería alemana, entre 1998 y 2005. 
Desde entonces ha vivido diez relevos en la cúpula sin lograr contener su sangría de electorado. Del 40,9 % con que Schröder llegó al poder ha ido cayendo en sucesivos mínimos históricos, hasta derrumbarse al 20,5 % en las generales de 2017. 
Ahora los sondeos les sitúan en un 13 o 14 %. Los Verdes -socio menor de Gobierno con Schröder- les arrebataron la segunda posición -con un 23 %-; de celebrarse ahora elecciones, los ecologistas estarían teóricamente mejor capacitados para luchar por la Cancillería que el SPD. 
Algunas corrientes del SPD atribuyen esa debilidad a su papel de socio en la "groko" -la fórmula con que ha gobernado Merkel en tres de sus cuatro legislaturas-. Para otros, el problema arranca del giro centrista dado bajo Schröder, cuya línea generó en 1999 una escisión del ala izquierdista, liderada por Oskar Lafontaine. 
La opinión de los alemanes parece no ser tan adversa a la continuidad de la gran coalición hasta 2021, la fecha marcada para el final de la actual legislatura y para la retirada de Merkel de la Cancillería, puesto que ha prometido que no optará a otro mandato. 
Un 68 % de los ciudadanos se pronunciaban en un sondeo reciente de la televisión pública ZDF por seguir en la "groko" hasta entonces. Entre los votantes conservadores, el porcentaje de partidarios era del 89 %; entre los socialdemócratas, el 89 %. EFE 
gc/fpa 

viernes, 29 de noviembre de 2019

Algún que otro temblor


La socialdemocracia cierra una consulta con efectos en la "groko" de Merkel

Gemma Casadevall


Bildergebnis für spd mitgliedervotum groko

Berlín, 29 nov (EFE).- La socialdemocracia alemana cierra hoy la consulta a sus bases de la que saldrá su nueva presidencia, un pulso entre la línea continuista y el ala crítica con efectos colaterales sobre la gran coalición de la canciller Angela Merkel.
Para los 420.000 militantes del Partido Socialdemócrata (SPD) se cierra la medianoche de este viernes el plazo para elegir entre dos equipos: el formado por el vicecanciller y ministro de Finanzas Olaf Scholz y la diputada Klara Geywitz, y el algo más rupturista de Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken.
El primero apuesta por agotar la presente legislatura -es decir, hasta 2021- con la "Groko", como se conoce a la coalición con el bloque conservador de Merkel. El segundo recuerda al compromiso de revisar el resultados logrados por esa alianza de gobierno.

UN CONTRATO CON CLÁUSULA DE REVISIÓN

El pacto de gobierno suscrito al inicio del presente mandato incluía la cláusula de revisión a mitad de la legislatura. Walter-Borjans y Esken representan a las voces críticas y los que quieren el fin prematuro de la "Groko".
Scholz, como Merkel, avanzó ya hace unas semanas un balance positivo de la gestión de la "Groko" en materia de política social, medioambiente y jubilaciones. Para el vicecanciller y su jefa, la "Groko" debe completar la legislatura para terminar su trabajo.
Ambos dúos llegaron a esta consulta muy igualados. Se trata de la segunda ronda, tras una primera votación entre 16 aspirantes, en que Scholz y Geywitz quedaron primeros con un 22,6 %, un punto por encima que Walter-Borjans y Esken.
Las Juventudes del partido -los Jusos- recomendaron el voto al tándem más izquierdista en su congreso del pasado fin de semana, en que el eterno rebelde de la formación, Kevin Kühnert, fue reelegido por un 88,6 %, el mejor resultado de la historia de la organización.
El ganador de la consulta, cuyo resultado se conocerá el sábado, se someterá a la ratificación del próximo congreso federal, que tendrá lugar del 6 al 8 de diciembre y donde presumiblemente Kühnert hará oír su voz.
FINAL DEL GRAN CASTING
Ambos equipos trataron de ganarse a sus bases en las 13 conferencias regionales celebradas en la primera ronda de la consulta. Como finalistas participaron en nuevos duelos dialécticos sin salirse del estricto juego limpio.
Esa ausencia de acritud contrasta con las pullas que el pasado junio precedieron a la dimisión de Andrea Nahles como jefa del SPD. Nahles llevaba algo más de un año en la jefatura del partido más antiguo de Alemania -con más de 150 años de historia-.
Su cometido era reflotarla de su crisis de liderazgo. En lugar de eso se vio confrontada a los dardos que le lanzaban desde todos los sectores hombres fuertes, pasados o presentes, del partido.
Con Nahles la socialdemocracia entró ya con retraso en la órbita de los partidos alemanes liderados por mujeres. A su defenestración sigue ahora un intento de colocar una dirección paritaria y bicéfala, aunque en ambos equipos la voz dominante es la masculina.

EL ENÉSIMO RELEVO EN LA CÚPULA

La sucesión de Nahles es el enésimo relevo que afronta el partido desde tiempos de Gerhard Schröder, el último socialdemócrata que ocupó la cancillería alemana, entre 1998 y 2005.
Ninguno de los cambios ha logrado revertir o al menos desacelerar la sangría de electorado que sufre el partido. El ala más rupturista de la socialdemocracia atribuye el desgaste a la "Groko" -la fórmula de gobierno en tres de las cuatro legislaturas con Merkel en el poder-.
Otros sitúan el inicio de esa erosión al giro centrista que representó Schröder y a los duros recortes sociales aplicados bajo su liderazgo. A esa línea se debió la escisión del ala izquierdista del partido, comandada por el exjefe del SPD y exministro de Finanzas Oskar Lafontaine, fundador de La Izquierda.

EL PELIGRO DE LA IRRELEVANCIA

Schröder llegó en 1998 al poder con un 40,9 %; en las generales de 2017, el SPD había caído al 20,5 %. Ahora los sondeos le sitúan entre el 13 o 14%, por detrás de conservadores, verdes y ultras.
Mientras otras socialdemocracias europeas en precario -como la danesa o la sueca- han conseguido defender posiciones, la alemana amenaza con caer en la irrelevancia política.
La erosión de electorado afecta en Alemania a los dos flancos de la "Groko". Para los conservadores de Merkel, el principal "usurpador" es la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). El gran beneficiado de la debilidad del SPD son los Verdes, al que los sondeos sitúan ahora en segunda posición y, por tanto, más capacitado que los socialdemócratas para luchar por la cancillería. EFE
gc/jam/ig

sábado, 23 de noviembre de 2019

El invitado se zampó al anfitrión



La CDU alemana aparca sus disensos y mira hacia el socio socialdemócrata
Gemma Casadevall


Leipzig (Alemania), 23 nov (EFE).- La Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller alemana, Angela Merkel, aparcó su pulso interno por el liderazgo del partido, lo que traslada la cuestión del futuro de su Gobierno a la decisión del socio socialdemócrata.
La líder de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, cerró hoy el congreso federal conservador en Leipzig (este del país) con una victoria de etapa sobre sus rivales. Plantó cara a sus adversarios y acalló la crítica interna, en la primera jornada de debates.
Persisten, sin embargo, las dudas sobre si AKK -como se la denomina- luchará por la Cancillería en 2021. Y también sobre si Merkel logrará sostener hasta entonces su coalición de Gobierno, lo que puede depender de la nueva presidencia socialdemócrata.
En lo que se refiere al futuro de AKK, la candidatura del bloque conservador surge del consenso entre la cúpula de la CDU y de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU). Así seguirá siendo, ya que el congreso de Leipzig rechazó una propuesta hostil a AKK, que pretendía dejar esa decisión a las bases.
Las miradas estaban depositadas este sábado en Markus Söder, líder de la CSU. Fue recibido en Leipzig con frenéticas ovaciones; a su discurso siguió otra ronda de clamorosos aplausos.
La propia AKK los atajó algo abruptamente, dando las gracias desde la tribuna algo azorada por el éxito de Söder, como si temiera que el "aplaudiómetro" del bávaro acabara superando los casi ocho minutos que logró ella en su discurso del día anterior.

SÖDER, POSIBLE RELEVO A AKK

El político bávaro acudía como orador invitado, de acuerdo a la práctica entre ambos partidos hermanados. Tales visitas no siempre salen bien para el invitado. El caso más reciente fue el vapuleo público sufrido por Merkel ante los congresistas de la CSU por mantener abiertas las fronteras a los refugiados, en 2015.
A Söder le aclamó la CDU con una intervención en que llamó a mantener una clara distancia con la "incendiara ultraderecha" y a descartar como socio a su representante en el Parlamento, el partido Alternativa para Alemania (AfD).
Esta línea es la misma que defiende la CDU. Pero Söder lo hizo desde una capacidad para transmitir brío y optimismo, ajena a AKK.

LOS BÁVAROS, UN HERMANO MENOR DECISIVO

"Somos el hermano menor, no podemos decidir nada por nuestra cuenta. Pero sin nosotros todo es más aburrido", afirmó Söder en alusión a los frecuentes rifirrafes entre los dos partidos hermanados -histórica fue la hostilidad entre Helmut Kohl y el bávaro Franz Josef Strauss, sus respectivos patriarcas.
Strauss logró en 1980 ser el candidato conjunto, pero perdió ante el canciller socialdemócrata Helmut Schmidt. El también bávaro Edmund Stoiber luchó por la Cancillería en 2002. Y fue derrotado por el asimismo canciller socialdemócrata Gerhard Schröder.
Quién es el elegido no se decidirá probablemente hasta el próximo año. AKK tiene algo de tiempo. Pero también lo tienen sus adversarios en la CDU, como el derechista Friedrich Merz, quien en Leipzig dejó claro que no abandona su ambición de liderazgo.

MERKEL, EL MANDO DESDE LA RETAGUARDIA




La lucha por la candidatura no afecta a Merkel. En 2018 dejó las riendas del partido e insiste en que éste es su último mandato.
Fue un congreso distinto para muchos. Por primera vez en casi veinte años, Merkel no lo dirigió de principio a fin. Pero de alguna manera se siguieron imponiendo sus pautas.
Una moción destinada a excluir de la red 5G al gigante chino Huawei -en contra del parecer de la jefa del Gobierno- quedó suavizada antes de entrar a debate. Lo mismo ocurrió con sucesivas propuestas ajenas a la línea de la canciller.

LA PELOTA EN EL TEJADO SOCIALDEMÓCRATA

AKK superó la prueba. La siguiente etapa se disputará en Berlín. El próximo sábado se conocerá el resultado de la consulta entre las bases socialdemócratas para designar a su nueva presidencia.
Los finalistas son dos equipos: el dúo continuista formado por el vicecanciller y ministro de Finanzas, Olaf Scholz, y Klara Geywitz, y el algo más rupturista de Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken.
De ese pulso depende no sólo la sucesión de Andrea Nahles, quien dimitió en junio tras apenas un año en la presidencia del partido.
Scholz y Geywitz defienden el mantenimiento de la gran coalición hasta 2021. Walter-Borjans y Esken quieren, cuando menos, evaluar lo conseguido hasta ahora. Recuerdan la cláusula del pacto de coalición suscrito hace dos años, que prevé hacer esa revisión del partido en la mitad de la legislatura. EFE
gc/si

Revuelta de perfil bajo



AKK guanya un primer combat

Anne­gret Kramp-Kar­ren­ba­uer va dei­xar ahir per fi la zona del per­fil baix com a líder per pas­sar a l’ofen­siva: “Si el par­tit no està d’acord amb la meva línia, el con­gres és l’espai per tan­car la qüestió i dis­cu­tir-ho. Aquí i ara”, va dir, després d’una hora i mitja de dis­curs davant dels dele­gats de la Unió Cris­ti­a­no­demòcrata (CDU). Una al·lusió clara al seu prin­ci­pal rival intern, el dretà Fri­e­drich Merz, a qui un any enrere va der­ro­tar en la lluita per suc­ceir Angela Merkel al cap­da­vant del par­tit. Merz no només no ha encai­xat la der­rota d’ales­ho­res, sinó que es des­perta cada cop que li sem­bla oportú, ja sigui per cri­ti­car des dels mit­jans de comu­ni­cació el lide­ratge d’AKK, com s’ano­mena Kramp-Kar­ren­ba­uer, o per atri­buir a la “mala imatge” de la coa­lició de Merkel els mals resul­tats del par­tit a qual­se­vol elecció, sigui naci­o­nal o regi­o­nal.
“Ha estat un dis­curs valent”, va reconèixer poc després Merz, un dels ora­dors més espe­rats al congrés fede­ral de la CDU, a la ciu­tat de Leip­zig, a l’est del país. Merz, en el pas­sat cap del grup par­la­men­tari con­ser­va­dor, no té cap funció dins del par­tit des que el 2002 va dei­xar aquell càrrec, arra­co­nat ales­ho­res per Merkel. S’ha dedi­cat a fer diners des de dife­rents grups de pressió, fins que l’any pas­sat va sor­tir de la rere­guarda política per pre­sen­tar-se com a con­tra­can­di­dat d’AKK i repre­sen­tant de l’ala més dre­tana del par­tit. L’elecció de la lle­ial AKK, més pro­pera a la línia de Merkel, no l’ha dei­xat aquest cop fora de joc, sinó que pretén con­ti­nuar viu al par­tit, si més no fins que es defi­neixi qui serà el pròxim can­di­dat a la can­ce­lle­ria del grup con­ser­va­dor.
Ahir, si més no, va deci­dir no res­pon­dre el des­a­fi­a­ment que li va llançar AKK. Es va con­for­mar amb l’elogi al seu coratge, es va endur uns quants aplau­di­ments a la seva bona retòrica… I va dei­xar una mena de “con­ti­nuarà” pel que fa a la lluita interna pel poder a la CDU.
Segu­ra­ment va cal­cu­lar que no era el millor moment. AKK està molt tocada per les suc­ces­si­ves crítiques a la seva gestió com a líder del par­tit i com a minis­tra de Defensa de Merkel.

Impo­pu­la­ri­tat
Però no hi havia pers­pec­ti­ves sòlides que es pre­ci­pités la decisió a l’entorn de la can­di­da­tura per a les gene­rals del 2021, quan Merkel es retiri defi­ni­ti­va­ment. Merz aspira a ser l’ele­git, tot i que, lògica­ment, li per­toca a AKK. El par­tit ho vol deci­dir l’any vinent. I inten­tar-ho ara podria impli­car cre­mar-se. Pot­ser pensi que és millor dei­xar que AKK con­tinuï caient en els son­de­jos d’opinió –un 70% dels ale­manys no la veuen apta per ser can­ce­llera.
Merkel va tenir el seu dis­curs de glòria, mal­grat que teòrica­ment el seu paper en un congrés del par­tit no havia de ser relle­vant aquest cop. Durant divuit anys, els que va diri­gir la CDU, va ser pro­ta­go­nista abso­luta de cada cita amb els dele­gats. Ara aquest paper li per­toca a AKK.
L’ober­tura del congrés va coin­ci­dir, però, amb l’ani­ver­sari del dia en què Merkel va ser inves­tida com a can­ce­llera per pri­mer cop. Va ser el 22 de novem­bre del 2005, el dia que va fer història per par­tida doble, en esde­ve­nir la pri­mera dona i la pri­mera per­sona cres­cuda a l’antic ter­ri­tori comu­nista que arri­bava al poder de la gran potència euro­pea.
“Podem estar orgu­llo­sos d’aquests catorze anys”, va dir AKK. “És la nego­ci­a­dora més dura que un es por tro­bar a la vida”, hi va afe­gir la pre­si­denta electa de la Comissió Euro­pea (CE), Ursula von der Leyen, que a Leip­zig es va aco­mi­a­dar de la vice­pre­sidència que ocu­pava a la CDU per con­cen­trar-se en la feina futura a Brus­sel·les. Merkel, la nego­ci­a­dora incom­bus­ti­ble, però que no s’aixeca de la taula fins a tro­bar un con­sens, hi va afe­gir Von der Leyen.
Totes tres, la líder del par­tit, la cap del govern i la pre­si­denta de la CE, són la millor carta de pre­sen­tació de la CDU com a for­mació con­ser­va­dora oberta al lide­ratge femení. Ho tenen mala­ment els homes que inten­tin minar-les, com va expe­ri­men­tar ahir Merz un cop més en la seva llarga tra­jectòria d’enfron­ta­ments amb Merkel, pri­mer, i amb la seva suc­ces­sora, durant dos anys seguits

Els incendiaris ultres, ni de lluny

“La ultradreta és el terreny propici per al neonazisme. Ells són els piròmans que propicien amb el seu discurs incendiari els crims dels radicals, com ara l’assassinat de Walter Lübcke”, va dir AKK davant del congrés.
Lübcke era un polític local del partit, compromès amb l’acollida de refugiats, que va morir assassinat per un neonazi una matinada, a la terrassa de casa seva. No hi pot haver acostaments amb Alternativa per a Alemanya (AfD), la tercera força a escala nacional i el principal beneficiat de l’erosió dels partits establerts, siguin de dretes o d’esquerres. Mesos abans de la mort de Lübcke, en l’anterior congrés de la CDU, ja s’havia aprovat una resolució en què es descartava cap aliança política o col·laboració amb l’AfD. La determinació d’aïllar-los no ha canviat, almenys, dins la cúpula del partit i malgrat les opinions d’alguns representants regionals, que volen, si més no, obrir el “diàleg” amb les formacions ultradretanes.

viernes, 22 de noviembre de 2019

La dimisión que no fue



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AKK desafía a sus rivales en su pulso por el legado de Merkel en la CDU

Gemma Casadevall

Leipzig (Alemania), 22 nov (EFE).- La jefa de la Unión Cristianodemócrata (CDU) alemana, Annegret Kramp-Karranbauer, pasó a la ofensiva y desafió a sus rivales a salir a la palestra o callar, en una combativa intervención ante sus filas, decidida a marcar su dominio.
"Si el partido no está de acuerdo con mi línea, corresponde a este congreso decidirlo. Hablemos de ello, debatamos. Pero pongamos fin a esto, aquí y ahora", retó AKK, como se la denomina, ante los delegados de su partido, reunidos en Leipzig (este del país).
Fue el cierre de un discurso de 90 minutos, en el que atacó a quienes "hablan mal del partido" y del gobierno de la canciller Angela Merkel. El desafío iba dirigido hacia quien fue en 2018 su rival en la lucha por la jefatura del partido, el derechista Friedrich Merz, a quien derrotó entonces por un margen mínimo.

MERZ, LA RIVALIDAD LATENTE

A la frase final de AKK siguieron casi ocho minutos de encendidos aplausos. El propio Merz tomó poco después la palabra para alabar las "valientes palabras" de la jefa del partido, pero sin aceptar el reto de tratar, ahí y ahora, de cuestionarle el liderazgo.
AKK, quien en los últimos meses ha acumulado deslices y cuestionamientos, sea como líder de la CDU o como ministra de Defensa de Merkel, se ganó al menos la ovación sincera de sus filas.
Merz dejó claro que no se resigna a dejar de ser alguien en el partido dominante en Alemania. O que seguirá intentándolo a la siguiente ocasión.
También él escuchó fuertes aplausos -aunque no compartidos por toda la sala-. Y dejó de algún modo abierta la llamada "K-Frage" -la cuestión de la candidatura-. Es decir, a quién corresponderá luchar por la Cancillería en las elecciones generales, previstas para 2021.
AKK defendió en Leipzig no solo su liderazgo, sino también el largo periodo de Merkel en el poder: "Han sido 14 años buenos para Alemania, de los que debemos estar orgullosos". Otra flecha en dirección a Merz, quien recientemente atribuyó los sucesivos malos resultados electorales de la CDU a la "rematadamente mala" imagen de su gran coalición con los socialdemócratas.

EL OPORTUNO CUMPLEAÑOS DE MERKEL EN EL PODER

El congreso se abrió el día en que se cumplían 15 años de la llegada de Merkel a la Cancillería, el 22 de noviembre de 2005. Entonces se convirtió en la primera mujer, y primera persona crecida en lo que fue territorio comunista, al frente de Alemania.
La propia Merkel, quien dirigió durante 18 años la CDU pero ahora se reserva un papel secundario en el partido, recordó en un saludo a los delegados que a ese día de 2005 siguieron cuatro legislaturas, la última de las cuales, la presente, quiere agotar.
El aniversario favoreció a AKK, quien asumió el liderazgo de la CDU como continuadora de la línea de Merkel. También lo hizo la presencia en Leipzig de la presidenta electa de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, antecesora de AKK en Defensa.

AKK, MERKEL Y VON DER LEYEN, EL BLOQUE DE MUJERES FUERTES

La líder del partido, la canciller y la presidenta de la CE forman un bloque de mujeres fuertes en posiciones clave y desde un partido conservador. Algunos de los enemigos actuales de AKK -como Merz- son los mismos hombres fuertes a los que tuvo que imponerse Merkel hasta lograr dominar al partido.
El aplauso a AKK en Leipzig fue una especie de victoria de etapa o tal vez sólo una forma de ganar tiempo, ante la siguiente pugna por el poder en el bloque conservador.
En el aire está la "K-Frage", que AKK considera debe resolverse el próximo año, no éste. Merz pretende que se implique a las bases en la decisión, en lugar de dejarlo a un consenso entre las cúpulas de la CDU y de su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CSU).
El sábado intervendrá ante los delegados Markus Söder, líder de la CSU. Su presencia en Leipzig se espera con expectación, puesto que él podría ser el beneficiado, en caso de que AKK no imponga su liderazgo y para evitarle la afrenta que sería designar a otro.
La última vez que correspondió a la formación bávara luchar por la cancillería fue en 2002. El elegido fue Edmund Stoiber, quien fue derrotado por la mínima por el entonces canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder.

LA PÉRDIDA DE "SUSTANCIA"

Por encima del debate en torno a AKK o Merz, en la CDU se respira preocupación por la pérdida de electorado. "Seguramente si el año pasado se hubiera impuesto Merz como jefe del partido, su situación ahora sería como la de Annegret", comentaba, al margen del congreso, el ministro de Economía, Peter Altmaier.
La CDU ha perdido "sustancia electoral", admitía Altmaier. Del 41,5 % que obtuvo en las generales de 2013 pasó cuatro años después al mínimo histórico del 32,9 %. Los sondeos le sitúan ahora entre 26 % y el 29 %. Söder representa a un partido, la CSU, que pese a haber dejado ya las órbitas de las mayorías absolutas que tuvo se mantiene en un digno 37,2 %. EFE
gc/jam/fpa

jueves, 21 de noviembre de 2019

Estreno en el Presseempfang




AKK, ante una reválida cuesta arriba como sucesora de Merkel

Gemma Casadevall

Leipzig (Alemania), 21 nov (EFE).- La Unión Cristianodemócrata (CDU) abre mañana viernes en Leipzig (este de Alemania) un congreso federal marcado por las presiones sobre su líder, Annegret Kramp-Karrenbauer, fuertemente cuestionada un año después de haber tomado el relevo de la canciller, Angela Merkel.
"Tenemos que concentrarnos sobre todo en los contenidos", afirmó AKK, como se conoce a Kramp-Karrenbauer, al canal de televisión n-tv y ante la pregunta de si no debería decidirse ya la candidatura del bloque conservador para las elecciones de 2021.
La líder de la CDU y ministra de Defensa lleva días respondiendo de forma parecida a esa pregunta. Despejar la llamada "K-Frage" -o cuestión de la candidatura- no está en el orden del día, sino que su propósito es decidirlo en 2020. Pero no puede descartarse que surja en Leipzig a petición de los delegados.
La atención de la primera jornada, que se abrirá con un discurso de Merkel, está centrada en el duelo dialéctico entre AKK y Friedrich Merz, representante del ala más derechista de la CDU, que en 2018 perdió por una diferencia mínima la lucha por la sucesión.

AKK, HEREDERA DE LOS ENEMIGOS INTERNOS DE MERKEL

Merz se propone dirigirse a los delegados no se sabe a ciencia cierta con qué intención, más allá de demostrar que no ha desistido en su empeño de marcar la línea del partido.
En opinión de Merz, la definición de la candidatura a la Cancillería no puede quedar sólo en manos de la cúpula, sino que debe someterse a las bases, como hace el cogubernamental Partido Socialdemócrata (SPD).
AKK heredó de Merkel no solo las riendas del partido, sino también a algunos sus enemigos -el llamado "Pacto Andino", surgido en tiempos de Helmut Kohl y formado por hombres fuertes del partido.
A fuerza de sangre fría logró Merkel imponerse sobre esos rivales a lo largo de los 18 años que dirigió el partido. La mayoría de ellos -incluido Merz- quedaron arrinconados o fuera de la cúpula del partido.
Otros resistieron dentro, como el exministro de Finanzas y ahora presidente del Parlamento, Wolfgang Schäuble, impulsor el año pasado de la candidatura de Merz.

"HABLAR" O NO CON LA ULTRADERECHA

La "K-Frage" es uno de los temas complejos que planean sobre AKK, quien además de no haberse consolidado como líder de la CDU tiene en su contra las encuestas de opinión. Un 70 % de los ciudadanos no la considera apta para la Cancillería alemana, según un reciente sondeo de la televisión pública ZDF.
Otras cuestiones peligrosas para su liderazgo son las opiniones surgidas en el partido a favor de abrir un diálogo con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), tercera fuerza a escala nacional y segunda en el este del país.
AKK ha recordado estos días la resolución del anterior congreso que descarta como socio de coalición o aliado político a la AfD, además de a La Izquierda.
Se espera que el tema se plantee de nuevo en Leipzig, ciudad del "Land" de Sajonia, en cuyas últimas elecciones regionales la AfD se disparó a la segunda posición con el 27,5 % de los votos.

HUAWEI, EL PULSO CON LA LÍNEA DE LA CANCILLER

Otra relación controvertida, a ojos de un sector de los delegados de la CDU, es la que el gigante tecnológico chino Huawei pretende tejer con Alemania. Un grupo de diputados conservadores pretende que se le excluya de la red 5G, por temor al espionaje chino.
Esa línea está más cerca de la del presidente de EEUU, Donald Trump, que de la defendida por la canciller, quien teme las consecuencias de una guerra comercial sobre los empresarios alemanes presentes en China.

MERKEL, EN LA RECÁMARA

El congreso de Leipzig será, por lo demás, una experiencia nueva para muchos de los 1001 delegados del partido. Durante sus 18 años de liderazgo, Merkel fue la figura directriz desde el minuto 0 de cada congreso hasta su cierre, con el himno nacional.
El congreso de 2018 marcó las diferencias, ya que Angela Merkel cedió el protagonismo a los aspirantes a sucederla y, una vez elegida, a AKK.
Para Leipzig se ha previsto un discurso de apertura a la canciller. Le seguirá la intervención de la presidenta electa de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, antecesora de AKK como ministra de Defensa.
Ambas son las figuras más destacadas de la CDU a escala internacional. Desde la perspectiva alemana, hay expectación ante el discurso, el sábado, del líder de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), Markus Söder.
La "K-Frage" es no es cuestión que atañe únicamente a la CDU. Afecta también a la CSU, con la que tradicionalmente se consensúa el candidato único para el bloque conservador.
Si AKK no logra imponerse como líder y el partido opta por evitarle el bofetón de designar a otro, la partida podría resolverse a favor de Söder. EFE gc/jam/psh

lunes, 11 de noviembre de 2019

El peor imposible, o no, español


COSMO Estación SurPedro, Pedro y el resto (aunque sin Rivera)


https://www1.wdr.de/mediathek/audio/cosmo/estacion-sur/audio-elecciones-en-espana-el-dia-despues-102.html


Elecciones en España: el día después
La repetición de las elecciones en España no ha resuelto los obstáculos para sacar al país del bloqueo político. Al contrario, solo ha servido para atascar aún más una situación que no ha sido esclarecida en las urnas y cuyo resultado más alarmante ha sido el auge de la ultraderecha. Las cifras arrojan ahora un sinfín de preguntas que tratamos de contestar con la ayuda de nuestra analista política, Gemma Casadevall.

domingo, 10 de noviembre de 2019

30 años



Més autocrítica que eufòria

sábado, 9 de noviembre de 2019

La ilimitada fidelidad de Ursula

Von der Leyen promet lleialtat a l’OTAN



“L’OTAN és un excel·lent parai­gua pro­tec­tor. […] Li devem un agraïment il·limi­tat”, va arran­car Ursula von der Leyen, pre­si­denta electa de la Comissió Euro­pea (CE), en el seu dis­curs mar­cat per l’ani­ver­sari de la cai­guda del mur de Berlín, el 9 de novem­bre de 1989.


“Els ale­manys tenim molt clar el que ha repre­sen­tat aquesta aliança defen­siva de les lli­ber­tats. Com també ho saben aquells que s’hi han adhe­rit més tard”, hi va afe­gir, amb la mirada diri­gida a Polònia i a la resta dels socis de l’est euro­peu.


Europa passa moments “molt com­pli­cats”, admet. El Bre­xit és un gran repte que per­metrà a la UE “sor­tir-ne enfor­tida, encara que això pugi sonar com una para­doxa”. Europa neces­sita “valor”, no només davant la rea­li­tat “dolo­rosa” d’aquest “soci esti­mat” que deixa la UE. També en neces­sita per com­ba­tre “els cor­rents popu­lis­tes” que pre­te­nen divi­dir les soci­e­tats euro­pees.


Amb aquest dis­curs, Von der Leyen va tor­nar a casa, al Berlín on va ser minis­tra de Defensa i on va ser con­si­de­rada, durant anys, una teòrica suc­ces­sora de Merkel. Abans que ella va par­lar la can­ce­llera, amb una decla­ració de tall tan euro­pe­ista clàssic com el de Von der Leyen, i també amb al·lusi­ons al mur de Berlín, com a preàmbul de l’allau de com­me­mo­ra­ci­ons d’avui.

Era un retro­ba­ment entre dues polítiques que han com­par­tit molts governs, ara en una posició jeràrquica sem­blant. Von der Leyen deu el seu destí a Brus­sel·les a Merkel, que va llui­tar per a la seva desig­nació un cop va fra­cas­sar la idea ini­cial de col·locar en el càrrec el bavarès Man­fred Weber, que no va gua­nyar-se el con­sens dels socis euro­peus. A Von der Leyen va suc­ceir-la al cap­da­vant de Defensa Anne­gret Kramp-Kar­ren­ba­uer, la següent teòrica hereva política de Merkel, encara lluny d’haver con­so­li­dat el seu lide­ratge dins el par­tit, la Unió Cris­ti­a­no­demòcrata (CDU), i entre l’elec­to­rat ale­many.

Von de Leyen, com Merkel, repre­sen­ten ara mateix la poca soli­desa que queda en el con­text polític ale­many. Dues polítiques d’estil clàssic, al·lèrgi­ques a les aven­tu­res polítiques i defen­so­res del que han estat les línies mes­tres de la política exte­rior ale­ma­nya, inclosa la fide­li­tat a l’eix transatlàntic o al motor franco-ale­many, mal­grat que totes dues “mar­ques de la casa” facin aigües.

Pom­peo, de visita

“Ale­ma­nya és un impor­tantíssim soci per a nosal­tres. […] Ale­ma­nya lluita amb els Estats Units per la lli­ber­tat”, va dir el secre­tari d’Estat dels EUA, Mike Pom­peo, de visita ofi­cial també ahir a Berlín. Les rela­ci­ons entre la can­ce­llera i el pre­si­dent Donald Trump són més que ten­ses; cada intent de Merkel per fer la farina plana ha topat amb alguna sor­tida de to del líder de la Casa Blanca, sigui en per­sona o a través de Twit­ter.

A Merkel gai­rebé li va venir bé la ines­pe­rada decla­ració d’Emma­nuel Macron, la vigília, en què decla­rava la “mort cere­bral” de l’OTAN. La can­ce­llera va tenir així l’opor­tu­ni­tat de refer­mar, en presència del secre­tari gene­ral de l’Aliança Atlàntica, Jens Stol­ten­berg, l’altre visi­tant del dia a Berlín, la fide­li­tat ale­ma­nya a l’OTAN. “No com­par­teixo el parer de Macron”, va dir Merkel, que va retreure, tot i que indi­rec­ta­ment, les “parau­les dràsti­ques” del pre­si­dent francès.

La can­ce­llera no és per­sona amiga d’emprar ter­mi­no­lo­gia dura. Tam­poc de tren­car amb les línies mes­tres del que ha estat la política exte­rior ale­ma­nya des de fa dècades. Un cop mos­trada la seva lle­ial­tat a Pom­peo i Stol­ten­berg, la can­ce­llera soparà diu­menge amb Macron, de visita a Berlín, con­vi­dat pel pre­si­dent del país, Frank-Wal­ter Stein­me­ier.

El 30è ani­ver­sari de la cai­guda del mur de Berlín és el marc en què tenen lloc aquesta tanda de visi­tes a la capi­tal ale­ma­nya. En aquest con­text, on tot­hom ha de dir la seva i evo­car la fi del teló d’acer que va divi­dir Ale­ma­nya i Europa, par­lar de la mort de l’OTAN no és exac­ta­ment el que convé a la cor­recció política que repre­senta Merkel.

Un bilió contra la crisi climàtica

GEMMA C. SERRA

“Europa pot esdevenir el primer continent amb neutralitat climàtica”, va afirmar Ursula von der Leyen, decidida a col·locar la lluita contra la crisi climàtica al capdamunt de la seva gestió al capdavant de la Comissió Europea.

La successora de Jean-Claude Juncker proposarà, tan bon punt accedeixi al càrrec, una llei destinada a mobilitzar les inversions per un volum total d’1 bilió d’euros en els propers deus anys amb l’objectiu de la neutralitat climàtica per al 2050. Serà una proposta, no una declaració d’intencions, destinada a traduir-se en una llei vinculant.

La lluita contra el canvi climàtic és, també, l’objectiu declarat com a prioritari pel govern alemany. Tant Von der Leyen com la cancellera, Angela Merkel, semblen coincidir en la percepció que aquesta és, ara per ara, la preocupació principal de les generacions actuals a tot el Vell Continent. L’Europa dels joves, la que no es resigna davant la catàstrofe anunciada del clima, no vol més promeses, sinó que exigeix fets vinculants.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Ruido de sables en el balneario

Revoltes internes i crisis de lideratge minen la coalició de Merkel

martes, 5 de noviembre de 2019

Para el Special






Berlín, capital en construcción

Gemma Casadevall

Berlín, 5 nov (EFE).- La caída del muro de Berlín propició un cambio urbanístico radical en la ciudad mártir de la Guerra Fría. Una metamorfosis prodigiosa que llegó con la recuperación del estatus de capital y cuyo rostro menos amable son los estragos sociales de la especulación inmobiliaria.
Del Berlín de 1945, barrido por los bombardeos aliados, al que el 13 de agosto de 1961 amaneció partido por el muro, o el que el 9 de noviembre de 1989 vivió la noche más hermosa: son muchas las cicatrices acumuladas sobre la ciudad-estado y capital alemana.
Treinta años después de esa noche en la que nadie sabía qué pasaría al minuto siguiente, Berlín es una capital atípica. Una ciudad en permanentemente construcción con tres óperas nacionales y 175 museos, pero sin un aeropuerto internacional digno de la primera potencia europea.

CAPITAL POR TRECE VOTOS

La caída del muro marcó el fin de la Guerra Fría para Berlín, para Alemania y para el resto del mundo. Los 3,4 millones de berlineses quedaron inmersos en un proceso de reunificación exprés materializado en el Tratado de Unidad, que entró en vigor el 3 de octubre de 1990.
La clave de la gran transformación se derivó, en realidad, de la decisión adoptada en junio de 1991 por el Bundestag (Parlamento federal), aún en Bonn, tras once horas de debates y por solo trece votos de diferencia (337 a favor, 320 en contra).
Ahí se sentenció el traslado de la capitalidad desde Bonn, a orillas del Rin, a Berlín, a 65 kilómetros de Polonia. Fue una decisión política, que rompía un tanto el espíritu federalista y descentralizado a favor de una capitalidad fuerte. Berlín se convirtió en centro del poder de la Alemania agrandada, con más de 80 millones de habitantes.
La entrada en vigor del Tratado de Unidad -y extinción de la República Democrática Alemana (RFA)- se saldó en once meses. La gran mudanza del aparato gubernamental y parlamentario, más su correspondiente funcionariado, llevó años.

EL GRAN TRASLADO

Con el traslado se operó la gran metamorfosis urbanística y social en una ciudad que, en tiempos de la división, fue un oasis subvencionado para eternos estudiantes, en el oeste, y la capital de la RDA, en el este.
Reubicar el centro del poder de la gran potencia europea implicó repartir espacios y ministerios entre nuevos edificios y antiguas dependencias prusianas, del Tercer Reich o de la Alemania comunista.
El viejo Reichstag se reeditó como sede del Parlamento (Bundestag). El departamento de Trabajo quedó instalado en lo que fue el Ministerio de Propaganda nazi de Josef Goebels, y el de Finanzas en el que había ocupado el de Aviación.
Se necesitaron ocho años de preparativos y 10.000 millones de euros para albergar a los recién llegados. La remodelación del barrio gubernamental discurrió en paralelo a la construcción de nuevas edificaciones de hormigón, acero y cristal junto al río Spree.
Al socialdemócrata Gerhard Schröder le correspondió el honor de estrenar la nueva Cancillería -apodada "Die Waschine", la lavadora, por recordar a ese electrodoméstico-. Pero primero tuvo que acomodarse en un domicilio provisional entre desabridas viviendas prefabricadas.
En lo que había sido tierra de nadie en tiempos del muro surgió la nueva Potsdamer Platz, un complejo de multicines, restaurantes y centros comerciales. Mitte, el centro del antiguo sector este, fue el territorio elegido para emprendores, clubes y locales para clientela de nivel adquisitivo alto.

ASOMA LA GENTRIFICACIÓN

El gran desembarco del funcionariado se consumó en 1999. Por entonces la palabra gentrificación no estaba aún en boca de todos. Pero probablemente a esa época corresponda su certificado de nacimiento, en lo que respecta a la percepción ciudadana berlinesa.
Berlín quedó "patas arriba" por tiempo indefinido, no solo en el centro de la ciudad. También barrios de tradición alternativa, revolucionaria y multiétnica con Kreuzberg, en el oeste, pasaron a ser pieza codiciada para el nuevo inquilinato.
Prenzlauerberg y Friedrichshain, en el antiguo sector comunista, quedaron convertidos en barrios de moda para noctámbulos y a merced del capitalismo inmobiliario. En el este o el oeste, al vecindario de toda la vida no le quedó otra que mudarse hacia barrios más periféricos. Y en cuanto llegaban a esos, pensar ya en el siguiente traslado a la siguiente periferia.
Berlín era la nueva ciudad de los prodigios europea. Una capital "pobre, pero sexy", en definición de quien fue su alcalde entre 2001 y 2011, el socialdemócrata Klaus Wowereit.
El pasado septiembre las autoridades compraron 6.000 apartamentos a una gran inmobiliaria por 920 millones de euros en una iniciativa destinada a ampliar el parque de vivienda social, en un momento en el que el precio de los alquileres se ha convertido en una de las principales preocupaciones.
La población de Berlín ha aumentado en un 12 %, hasta los 3,75 millones, en los últimos diez años, un período de tiempo en el que precio medio de los alquileres se ha duplicado.
Precisamente, para evitar que los precios continúen subiendo, la medida más reciente es un controvertido proyecto de ley para congelar los alquileres durante cinco años y establecer, además, un tope del precio de la vivienda de alquiler de 9,80 euros por metro cuadrado para inmuebles construidos antes de 2014. El Gobierno alemán pretende evitar que Berlín se convierta en un nuevo Londres o París.

BERLÍN RESISTE

La recuperada capital alemana había atraído a arquitectos como Norman Foster, Rafael Moneo, David Chipperfield, Daniel Libeskind, Santiago Calatrava, Renzo Piano, Arata Isozaki o Peter Eisenman.
Unos transmutaron en hermosas las cicatrices dejadas por la guerra en su Isla de los Museos; otros trazaron puentes, levantaron una nueva ciudad donde discurrió la Franja de la muerte o recibieron el encargo de reconstruir el Palacio Imperial prusiano destruido por los bombardeos aliados y derruido por la Alemania comunista.
Berlín no obvió el recuerdo a su torturada historia. Encontró espacio para colocar las 2.711 columnas de hormigón para recordar a los millones de judíos víctimas del Holocausto. Al Tiergarten, el pulmón verde ciudadano, se incorporaron monumentos a otros colectivos de víctimas, como gitanos y homosexuales
Entre tanto trasiego urbanístico y monumental cayeron algunas señales de identidad del ciudadano del este. Uno de ellos, el Palast der Republik, la Cámara del Pueblo de la Alemania comunista, aquejado del mal del amianto y desmantelado pieza a pieza tras un largo debate.
El Berlín de los alquileres prodigiosamente bajos quedó engullido por la revolución urbanística, política y social. El precio de la vivienda, de alquiler o propiedad, de nueva construcción o no, se disparó. Asomó la precariedad
El ciudadano sufre las consecuencias. Pero resiste, como lo hizo a los bombardeos aliados o al trauma del muro.

EL AEROPUERTO, EL GRAN LAMPARÓN

Cuando cayó el muro, Berlín tenía tres aeropuertos operativos: Schönefeld, en el este, Tegel, en el oeste y Tempelhof, en pleno caso urbano. Este último quedó fuera de servicio en 2008, tras 80 años operando; sus pistas son ahora un parque ciudadano que unos usan para lanzar cometas al vuelo, otros para patinar o correr, otros para la barbacoa dominical o para pasear al perro.
Schönefeld y Tegel, ambos obsoletos, siguen en activo. No les queda otras, ya que una de las tareas que Berlín no ha logrado saldar con éxito es abrir el gran aeropuerto que debe relevarlos.
Su fecha de apertura se ha actualizado repetidamente, en una ocasión, 24 horas antes de la inauguración ya programada; su estreno se sitúa ahora en octubre de 2020.
De lograrse, habrá sido con nueve años de retraso sobre la fecha prevista y tras un largo curriculum de problemas técnicos y escándalos por sobrecostes.
Es la gran pieza pendiente, o el gran lamparón, para una capital y una ciudadanía que llevan estoicamente bien el cartel de "en construcción". EFE
gc/jam/jmc
(vídeo)

viernes, 1 de noviembre de 2019

Solo para incondicionales del papel

Más que un muro
El 9 de noviembre es una fecha recurrente en la Alemania contemporánea. En 1918 se proclamó la República de Weimar. Justo cinco años después tenía lugar el putsch de Múnich, un fallido golpe de Estado llevado a cabo por Hitler y otros dirigentes nazis. Ese mismo día, en 1938, fue escenario de la siniestra Noche de los Cristales Rotos, el salvaje ataque perpetrado por las tropas de asalto de las SA contra ciudadanos judíos.
Pero, más allá de esta coincidencia, muchos conservamos en la retina las imágenes de otro 9 de noviembre, el de 1989, cuando se produjo la caída del Muro de Berlín, un hecho tan sorprendente en su momento como decisivo, que contribuyó a poner fin a la Guerra Fría y propició el camino hacia la reunificación del país. El proceso de glásnost (apertura), iniciado en la Unión Soviética por Gorbachov, se materializaba en la República Democrática Alemana.
El primer gesto visible tuvo su manifestación el día 8. Egon Krenz, nuevo secretario general del Comité Central del Partido Socialista Unificado y jefe de Estado, prometió legalizar los partidos de la oposición. Un día después, berlineses de ambos sectores de la ciudad empezaron a derribar, hasta con las manos, las piedras que habían sustentado una frontera tan artificial como dolorosa.
Atrás quedaban casi tres decenios de separaciones, detenciones e intentos de huida que demasiado a menudo habían acabado en tragedia. “La ciudad mártir de la Guerra Fría resurgió convertida en un ‘Berlín de los prodigios’, decidido a despojarse de los traumas de la historia”, afirma la periodista Gemma Casadevall, testigo directo de la evolución de la ciudad desde la caída del muro y autora de uno de los artículos del dossier.
¿Cómo ha respondido la capital alemana a los cambios que le sobrevinieron a partir de aquel histórico acontecimiento? Las heridas de aquel muro ya no supuran, pero Berlín ha tenido que ir sorteando crisis, desde la del euro hasta la de los refugiados, sin dejar de ser una ciudad en metamorfosis permanente. Isabel Margarit, directora de Historia y Vida.

La metamorfosis permanente


Gemma Casadevall


A las 18.53 del 9 de noviembre de 1989, tras casi dos horas de conferencia de prensa, el miembro del Politbüro de la República Democrática Alemana (RDA) Günther Schabowski leyó un comunicado que daría la vuelta al mundo. Fue a raíz de una pregunta del periodista italiano Riccardo Ehrmann, corresponsal de la agencia de noticias Ansa, sobre la nueva regulación para viajes y visados. Lo que a continuación leyó Schabowski, a modo de respuesta, significaba que se podía hacer algo que desde hacía 28 años era imposible: atravesar cualquier paso fronterizo de la RDA sin visado y sin miedo a recibir un disparo. A partir de cuándo, preguntó el alemán Peter Brinkman. "De inmediato, según mis informaciones" fue la respuesta de Schabowkski, azorado, buscando entre sus papeles. “¿También en Berlín?”, fue la siguiente pregunta. Sí, también en Berlín.


El muro había caído, 10.860 días después del domingo 13 de agosto de 1961 en que la ciudad amaneció atravesada por alambradas, convertidas en las semanas y meses siguientes en 155 kilómetros de muro de hormigón. La abarrotada conferencia de prensa, con medios nacionales e internacionales, había sido transmitida por televisión. Miles de ciudadanos germano-orientales se lanzaron sin esperar precisiones hacia los controles entre el sector este y el oeste. El primero que levantó la valla fue el de la Bornholmer Strasse, hacia las diez de la noche. Nadie sabía lo que ocurriría al minuto siguiente. Tampoco el teniente coronel Harald Jäger, al mando de ese paso fronterizo. Sin otras órdenes que su intuición, subió la valla. Quedó envuelto en besos, abrazos y lágrimas de sus conciudadanos.


Nadie sabía cómo actuar. Tal vez ni Schabowski sabía lo que iba a precipitar con su comunicado, al parecer embargado hasta las cuatro de la madrugada del día siguiente. Pero había la percepción colectiva de que quien cruzara hacia el oeste no debía temer ya por su vida. Había caído el muro de la vergüenza, como se le llamaba en el oeste, o "la muralla de protección antifascista", para el Politbüro comunista. De la Bornholmer Strasse arrancó la noche más hermosa y caótica de la historia reciente berlinesa.


Berlín empezó a dejar de ser esa noche la ciudad mártir de la Guerra Fría. Treinta años después del 9 de noviembre de 1989, la ciudad que alberga el gobierno, parlamento y otras instituciones de la primera potencia europea sigue siendo una capital atípica, acostumbrada a la etiqueta de pobre y endeudada, sin tejido industrial propio, con sueldos más bajos que en Hamburgo o Múnich y alquileres que empezaron a dispararse a los niveles de éstas. Una ciudad con 3,6 millones de habitantes, una cuarta parte de los cuales de origen extranjero, que parece sobrellevar con más entereza su pasado monstruoso -el de capital del Tercer Reich- y el trauma que le sucedió después -los 28 años de división por el muro- que la especulación inmobiliaria actual.


Que el 9 de noviembre de 1989 se levantaran las vallas de la Bornholmer Strasse y otros controles fronterizos sin que a ningún oficial de la RDA se le escapara una bala, en medio de la confusión, es uno de los milagros de esa noche, suele repetirse al evocar ese hito. Tampoco se había escuchado ni un disparo unos meses atrás, el 19 de agosto, cuando en el llamado "Picnic Paneuropeo" convocado en Sopron, Hungría, centenares de germano-orientales pasaron a Austria. El picnic o merienda iba a ser una señal de reconciliación entre Hungría y su vecina Austria, unas semanas después de que los líderes de ambos países -Gyula Horn y Alois Mock- hubieran cortado juntos una alambrada fronteriza. A la merienda de Sopron acudieron cientos de germano-orientales, atraídos por una convocatoria que implicaba cruzar la frontera hacia el oeste sin problemas durante unas horas. La invitación estaba dirigida a austríacos y húngaros. Pero la policía fronteriza dejó hacer.


Fue la primera de una serie de huidas masivas hacia occidente, la señal del resquebrajamiento inminente de un muro levantado en 1961 por orden del jefe del Estado y del Partido, Walter Ulbricht, para frenar la despoblación de la RDA. Desde su fundación, en 1949, habían dejado su territorio 3,5 millones de ciudadanos, del total de 16 millones que tenía la Alemania satelital de Moscú. En su mayoría lo hicieron a través de Berlín, hasta entonces precariamente dividido entre los sectores estadounidense, británico, francés y soviético. Una de las potencias aliadas que se habían repartido Alemania tras la capitulación del Tercer Reich, en 1945, la soviética, veía cómo se desangraba demográficamente su sector. Su respuesta fue la llamada "Franja de la Muerte" que en 1989 se resquebrajaba entre fugas por países vecinos y marchas de germano-orientales al grito de "Wir sind das Volk" -"Nosotros somos el pueblo"-, todos los lunes, cruzando Leipzig y reclamando reformas. El 4 de noviembre, cinco días antes de la caída del muro, medio millón de germano-orientales habían llenado la Alexanderplatz exigiendo también esas reformas. Entre su veintena de oradores había desde escritores como Christa Wolf y Heiner Müller al jefe del espionaje de la RDA, Markus Wolf, y líderes comunistas que pretendían una reforma "desde dentro", como Gregor Gysi. El propio Schabowski estuvo ahí.


Frecuentemente se ha cuestionado si Schabowski sabía de la trascendencia de su comunicado; se ha llegado a apuntar que la pregunta del periodista italiano había sido "inducida" desde arriba para precipitar lo que a continuación ocurrió. Moscú tenía en marcha la "Perestroika" de Mijail Gorbachov. En ocasión del 40 aniversario de la RDA, en octubre de 1989, el líder soviético había advertido al presidente del país satelital, Erich Honecker, de que " la vida castiga a quien llega tarde" -al menos, así quedó reproducida su lapidaria frase en las crónicas de entonces-. Gorbachov representaba la apertura; su presencia fue recibida con entusiasmo esperanzado por los germano-orientales; Honecker, representante el inmovilismo pétreo, dimitió a los pocos días. Fue relevado por el teórico renovador, Egon Krenz. Unas semanas después caía el muro.


Helmut Kohl, supuestamente el ciudadano mejor informado de la República Federal de Alemania (RFA), se encontraba en la noche mágica de 9 de noviembre en Varsovia. Interrumpió su visita y al día siguiente hablaba a los berlineses desde el ayuntamiento del barrio de Schöneberg, en el sector occidental. Le acompañaba el excanciller Willy Brandt, el socialdemócrata que había tenido que asistir siendo alcalde de la ciudad a la construcción del muro.


A Angela Merkel, por entonces una germano-oriental de 34 años consagrada a la ciencia, no le ha importado reconocer que estuvo entre quienes no calibraron de inmediato la relevancia de la frase de Schabowksi. Era un jueves, tenía su sauna semanal, no iba a cambiar sus planes. Llamó a su madre para recordarle su promesa de que en cuanto fuera posible irían juntas a comer ostras al lujoso Hotel Kempinski, en el lado occidental. Unas horas después, a la salida de la sauna, se sumó a los miles que seguían cruzando la Bornholmer Strasse. Pasó al otro lado y se tomó una cerveza en casa de unos desconocidos occidentales que "muy amablemente", según ha contado, la invitaron. Y luego se retiró a su casa. A la mañana siguiente tenía que madrugar.


Kohl asumió de inmediato su cometido de artífice de la reunificación; Merkel tardó aún quince años en convertirse en la primera mujer y la primera persona crecida en territorio comunista al frente de la potencia europea surgida de la reunificación.

Fue una unificación expres, para la que Kohl debió superar el rechazo de quienes temían el regreso de una Alemania fuerte, agrandada territorial y demográficamente. Gorbachov se comportó como el mejor aliado, mientras la británica Margareth Thatcher colocaba obstáculos en el camino.

El 3 de octubre de 1990 entró en vigor el Tratado de Unidad por el que el territorio de la RDA quedó absorbida por la República Federal de Alemania (RFA). Para entonces, Merkel había aparcado ya la ciencia para entregarse a la política. Se suele decir que su descubridor fue Kohl,
aunque en realidad fue Lothar de Maizière, el último jefe del Gobierno de una RDA ya transicional. De Maizière percibió en esa neófita uno de los talentos frescos que Kohl precisaba para su cantera de políticos crecidos en la RDA y limpios de toda sombra comunista.


El traslado de la capitalidad a Berlín fue mucho más lento. Bonn había ejercido de capital federal desde la fundación de la RFA. Había sido una cómoda "aldea federal" para la clase política occidental, incluido Kohl, originario del vecino "Land" de Renania Palatinado. La decisión de mudar la capital a Berlín se adoptó en junio del 1991, tras once horas de debate en el Bundestag (Parlamento federal) por 17 votos de diferencia -337 a favor, 320 en contra-. Era una decisión política, que rompía el dogma del federalismo a favor de una capitalidad fuerte. No se consumó hasta 1999.


Con la gran mudanza del aparato funcionarial, gobierno y parlamento desde la aldea federal se precipitó la siguiente gran metamorfosis del Berlín liberado del muro. Para la ciudad, para Alemania y para el resto de la UE. El centro del poder de la mayor potencia europea ya no quedaba en una ciudad de 320.000 habitantes, a orillas del Rin, a tres horas y media en tren desde París, sino a 100 kilómetros de la frontera con Polonia. Los nuevos ministerios se repartieron entre edificios que habían acogido al aparato del Tercer Reich, dependencias prusianas o ejemplos de la arquitectura propia de la Alemania comunista, convenientemente rehabilitados. El viejo Reichstag revivió como sede del Parlamento federal, el Bundestag, entre nuevos edificios hechos de imponentes estructuras de hormigón, acero y cristal, como la Cancillería; lo que fue tierra de nadie en tiempos del muro, la Postdamer Platz, se convirtió en un paisaje de multicines, restaurantes y espacios de ocio. Distritos enteros de lo que fue el sector este, como Prenzlauerberg o Friedrichshain, pasaron a ser los barrios noctámbulos de la modernidad, con sus viejas viviendas reformadas como lofts de lujo y el consiguiente arrinconamiento hacia otras zonas menos codiciadas de quienes fueron sus habitantes, los germano-orientales. El nuevo centro, Mitte, se pobló de emprendedores y otros recién llegados. El fenómeno alcanzó también al viejo Kreuzberg, barrio alternativo y revolucionario por excelencia del oeste, otra de las piezas codiciadas por los nuevos inquilinos.


Fue una metamorfosis urbanística sin tregua, que discurrió en paralelo a la política. Kohl quedará para la historia como el "canciller de la reunificación". Pero políticamente murió con la república de Bonn. Un año antes de la gran mudanza había sido derrotado en las urnas por el socialdemócrata Gerhard Schröder, el primer canciller que ejercería el poder desde el nuevo Berlín. Kohl pasó a una retaguardia nada gloriosa. Tras su derrota estalló el escándalo de la red de cuentas secretas en la Unión Cristianodemócrata (CDU, el partido que había dirigido durante 25 años. Merkel, la "muchachita del este", como la había llamado Kohl, saltó de la posición de secretaria general a la de líder del partido, catapultada por un artículo en el conservador "Frankfurter Allgemeine Zeitung" llamando a emanciparse de Kohl.


Berlín era la nueva capital de los prodigios europea, con Schröder en la nueva cancillería, y un rompedor ministro de Exteriores, el verde Joschka Fischer, marcando nuevas pautas. Era una capital definida como "pobre, pero sexy" por Klaus Wowereit, el socialdemócrata que ocupó su alcaldía de 2001 a 2014. En esa nueva ciudad de los prodigios debía haber lugar para todos todos: para el funcionariado recién llegado del aseado Bonn a una ciudad con fama de sucia y anárquica; para los eternos revolucionarios de Kreuzberg; para las familias turcas que convertían en inmensas barbacoas las explanadas junto al palacio presidencial, Bellevue; para los germano-orientales desplazados de sus barrios tradicionales. La gentrificación asomaba por las esquinas.


El canciller Schröder cambió la piel al Bundesregierung; desde la oposición, Merkel iba derribando, uno tras otro, a todo aquel que cometió el error de considerarla una rival débil. Una líder pasajera que tomaba las riendas de la CDU cuando nadie las quería y a la que se devolvería a su rincón en cuanto amainara la tormenta. Schröder estuvo entre los que se equivocaron con Merkel. Asistió sin
dar crédito a la victoria de su rival conservadora en las generales de 2005. Y tuvo que ver, tras negarle públicamente esa victoria ante las cámaras, la misma noche electoral, cómo Merkel se colocaba al frente de una gran coalición, con su partido socialdemócrata como socio menor.

Berlín entró así en la siguiente fase de su metamorfosis. En la capital pobre, pero sexy, centro del poder europeo, se había instalado un nuevo estilo de liderazgo. No solo por ser mujer y crecida en el este, sino como personaje insólito en política, que no trataba de imponer su criterio a fuerza de puñetazos en la mesa, sino con sangre fría y perseverancia. Alemania sorprendió al mundo con una líder cuya biografía aparentemente demostraba que algo sí salió bien en la reunificación. Era el contramolde a la frustración de tantos germano-orientales que se sentían ciudadanos de segunda clase: la hija de un pastor protestante de una parroquia de Brandeburgo, la muchacha del este crecida al otro lado del muro, imponía su sangre fría en la UE, del G7, ante Washington o Moscú.


Desde la "Waschmachine", como se apoda a la Cancillería por su aspecto de aséptica lavadora, condujo Merkel a la UE en la crisis del euro, aferrada al dogma de la austeridad. Una fórmula que a ella le cuadraba con la doctrina del hogar donde creció. Pero que se cebó en los países del sur, los más castigados por la crisis, y arrastró a la precariedad a una Alemania en que su antecesor socialdemócrata había atestado ya duros recortes, tras décadas de estado de bienestar superlativo.

Berlín resistió. Los alquileres se encarecieron, pero seguían estando por debajo de otras capitales europeas; sus habitantes se habían acostumbrado a vivir en una ciudad eternamente patas arriba; algunos convertían esa estética en señal de identidad. El Berlín heroico que sobrevivió a los bombardeos aliados y al trauma del muro no se hunde.


A la crisis del euro le siguió la de los refugiados. Merkel respondió manteniendo abiertas sus fronteras cuando los vecinos las cerraban. Dejó que en 2015, el año álgido de la crisis humanitaria, entraran en el país casi un millón de asilados. "Lo conseguiremos" -"Wir schaffen es"-, fue la frase con que quiso sintetizar la capacidad del país para asumir el desafío. Cambiaron de piel los hangares del viejo aeropuerto de Tempelhof, se convirtieron en centro de acogida. Llevaba años creciendo la hierba en lo que fueron las pistas de aterrizaje durante el nazismo, durante el puente aéreo que salvo al sector occidental del bloque soviético, en 1948, o hasta que finalmente dejó de operar como aeropuerto ciudadano, en 2008. Sus pistas se habían convertido en una gran área sin normas concretas, tierra de nadie o espacio ciudadano para todos, entre patinadores, ciclistas, cometas al viento y meriendas colectivas. Familias sirias u hombres solos se instalaron en barracones provisionales de Tempelhof, el mayor entre los múltiples centros de acogida repartidos por una capital de tejido multétnico. Berlín pudo también con ese caudal humano tan distinto al anterior desembarco de población en la ciudad -el aseado funcionariado, los emprendedores y los hipster.


La de Berlín es una historia permanentemente en construcción, inacabada. Treinta años después de la caída del muro sigue siendo una capital atípica, con pocos rincones identificables como coquetos, fea y sucia para algunos, fascinante para otros muchos, que no esconde las cicatrices de su historia, sino que las exhibe con algo del orgullo prusiano. Una capital, donde la precariedad aprieta, pero no ahoga.

El cinturón ultraderechista sobre la capital




Algo en la reunificación no salió como planeó Helmut Kohl: la evolución política del antiguo territorio de la República Democrática Alemana (RDA). En los años siguientes al Tratado de Unidad surgieron en su territorio bastiones del postcomunismo. El Partido del Socialismo Democrático (PDS) triunfaba, bajo el liderazgo del carismático Gregor Gysi y pese a los intentos del resto de la clase política por arrinconarlo. El PDS se fusionó en 2005 con la escisión de la socialdemocracia liderada de Oskar Lafontaine. Nació así La Izquierda, un partido ahora consolidado también en el oeste, aunque perdió fuelle en el este.

Mucho más alarmante es la actual efervescencia de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). A escala del conjunto del país, representa al 12 % de los votantes. En Sajonia, en el este, escaló al 28 % en las últimas elecciones regionales. Y en el “Land” que envuelve la capital, Brandeburgo, ruge su corriente más radical y cercana al neonazismo.

Berlín resiste. La fuerza más votada en la capital en las pasadas europeas fueron los Verdes. Los ecologistas lideran también en intención de voto de cara a las regionales de 2021 en la capital.

El muro en la cabeza… del turista




Suele asegurarse que el muro sigue existiendo en la cabeza de los berlineses y también en su bolsillo. Sigue sin haberse logrado la equiparación plena salarios y jubilaciones, aunque las diferencias se redujeron. Se estima que el agravio comparativo de lo que se percibe en el este respecto al oeste se sitúa ahora en el 10 %.
Sí hay equiparación plena, en cambio, respecto al coste de la vida. Los alquileres subieron entre 2012 y 2016 un 28 % o hasta un 50 % en la última década en los distritos más codiciados. Ciudadanos que sufrieron el trauma diario de vivir junto al muro tuvieron que mudarse por no poder pagar el alquiler.
Berlín vive un boom turístico parejo a la especulación inmobiliaria: 32 millones de pernoctaciones al año. La pregunta de por dónde pasaba el muro es la más frecuente entre los turistas. Los puntos de máxima atracción son el memorial de la Bernauerstrasse, una de las calles que quedó cortada por el muro, y la East Side Gallery, el fragmento más largo que sigue en pie, convertido en muestra de arte callejero con sus famosos grafitis.
Con el visitante low cost masificado aparecieron brotes de turismofobia; y la disneyficación que practican ciertos museos privados o parques temáticos sobre cómo era la vida en la RDA supone la vanalización de un desgarro ciudadano aún por cicatrizar.